Salimos Dani, Àlex y yo
desde la plaza de los Alfareros. Cogimos, como es de costumbre, la vía verde,
para desviarnos hacia el camino de los caballos. Este primer tramo del camino a
los chicos se les hace cuesta arriba, nunca mejor dicho. Pero para ellos es un
subidón de autoestima cuando se dan cuenta de que lo han hecho mejor que otros
días.
Entre los campos de
girasoles, destinados a la empresa Koipesol, y dirección a Modúbar de la Emparedada, Dani y Àlex
me hacen reír durante un buen tramo del camino. Como el camino es cómodo, me
sitúo delante de ellos y voy escuchando su conversación. El tema de su charla
es de cómo sería su casa en un futuro, los coches que tendrían, lo buena que
estaría su chica. Un descojone.
Al finalizar este tramo cómodo,
viene una subida que hago yo sólo, donde me encuentro con un tractor. Reculo
hasta los chicos y decidimos dar media vuelta por el mismo camino por donde
hemos venido. Pero les preparo una sorpresa. La sorpresa es, que cuando
llegamos al camino de bajada de los caballos, tomamos una estrecha senda y nos
metemos por dentro del bosque. Alucinan pepinillos en vinagre, o mejor dicho,
alucinan guindillas en vinagre, que es más de la familia. El camino es una
pequeña montaña rusa, con sus subidas y sus bajadas, hasta llegar a un tramo de
bajada donde decidimos dar media vuelta.
Vuelta al camino de los caballos, bajamos con velocidad controlada hasta
la vía verde, que ya nos conduce de vuelta a casa, ya pensando en el reto del día
siguiente.
Una ruta parecida a esta la tenemos en las rutas superpiperas.
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